Candelaria.

Estoy enferma.
Pero no te molestes en curarme o intentar salvarme. Quiero morir.
Nadie decide cuándo o dónde enfermará. En mi caso soy doliente desde el vientre de mi madre. Nací con ese agridulce néctar sabiendo que algún día se desencadenaría el desastre condenándome a caminar sobre cuerdas.

Y llegó. Vino de la mano con una inesperada cápsula de otoño en el ocaso de verano. La certeza era más que verídica, y cuanto más lo sabía, eso que mi interior guardaba petrificado comenzó a descongelarse, tomando caudal y recorriendo así mi sangre. Apoderarse de mi corazón, confundiendo a mi más poderosa arma llamada mente y mezclándolo todo en un océano de arenas revueltas. Océano en el que por supuesto me bañé.

Ruego no le eches la culpa a las mariposas, ¡Porque yo soy la mariposa!
Dentro de mí sólo se han generado centellas. Y lo sabes. Todos lo saben, lo ven.

Éstas son todas tuyas, te lo dirán todo. Pero no te las estoy regalando, es algo mejor, las hago nuestras, las comparto.
Porque no tengo miedo, porque puedo, porque quiero, porque sé.




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